Cuando te fuiste, así tan de repente y sin aviso para estar preparados, fue tal el desgarro en el corazón, que solo podía compartir rabia y una tremenda tristeza. Y cuando tuve el deseo de escribirte, como tantas veces usando tu recuerdo, solo la desesperación llenaba el lápiz y manchaba el papel.
Escribía una frase, un párrafo y guardaba el trozo de papel. Cuando tu recuerdo me asaltaba lacerándome el ánimo, sacaba aquel trozo de celulosa y escribía algo nuevo, inspirado por tu lejanía y volvía a guardarlo como un tesoro, una prueba del dolor continuo, imparable, como un cómitre que no deja de amartillar el ritmo. Ahora el papel está relleno con distintos colores, lápices, rotuladores o bolígrafos, completando el puzle de tu ausencia. Cuando el dolor se fue amortiguando por el tiempo dejé aquellas palabras escondidas, con temor de releerlas. Pero hoy creo necesario sacarlo, porque son el reflejo de la estela que dejó tu marcha fría e inevitable.
Te he comprendido siempre muy bien y sé que no te gustaría leer estos párrafos sacados del infierno de los primeros días sin ti, pero son por ti, por la falta de ti y de tu risa, que es lo que más echo en falta, mamá.
Dejo aquí estas palabras, sin importarme la calidad de la prosa ni el sentido y concatenación de las palabras. Porque son una parte de mí que muere contigo, que se ha ido.
"La noche se llena de canto, los gatos maúllan en la calle negra y no les contesto, no quiero que sepan que ya no volverás. Te están llamando y gritan tu nombre, desesperados, sin esperanza.
Que frío el cristal que nos separa, que maldito el frío que te asalta, no puedo pararlo, te llena y te lleva lejos de mí. Ahora todo está helado en la mañana y en el costado siento el trozo que me han cortado, llevándose con un puñal congelado tu risa, tu amor, tu tierna compañía.
Tu último aliento es una risa que se ha quedado, tatuada, impresa en mi, como promesa para el recuerdo.
La impronta de tu boca en la mía, la puñalada de tus ojos mientras me regalas tu alegría. ¡Qué dulce tu recuerdo, que amargo este día!. Ya no hay tiempos contigo, ni dientes romos que se desvanecen como Chesire.
Y siguen los gatos en el asfalto, con la mirada en mi ventana, reclamando la tuya. ¡Ay! me preguntan por ti ¿dónde has ido? ¡Qué maldito el frío que nos separa! ¿Dónde está tu piel fina, suave, dónde tu abrazo, dónde tu alma arrancada de la mía?.
Sueño contigo y tu felicidad me acaricia al despertar, como un aroma sencillo y liviano que envuelve mi almohada, y ya no tengo tu vida y tu compañía, solo el deseo de estar contigo, estés donde estés."
Iluminada Moreno dejó este mundo un 28 de mayo de 2014, llevándose todo el amor del mundo que su marido, hijos y nietos supieron darle, siendo en esta vida, la persona más alegre y risueña que jamás he conocido.

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